domingo, 25 de enero de 2009

Licores con Flores


Probablemente alguna vez hayas degustado algún licor de sabor exquisitamente dulce, uno de esos elixires de fuerza gustativa asombrosa que dejan en la garganta un rastro especial difícil de olvidar. Las bebidas alcohólicas que en su elaboración contemplan las flores como ingrediente principal resultan muy apreciadas por el característico gusto que imprimen en el paladar.

Los estudiosos del nacimiento de los primeros alcoholes señalan con el dedo a las prácticas kémicas egipcias. La transmutación y el misterio de aquellos que protegían y daban forma a la piedra angular del conocimiento rodeaban antaño a los albores de lo que hoy se ha desmitificado de modo cercano al absoluto y se produce industrialmente: el licor.

La destilación, un método altamente desarrollado en el presente, otrora resultaba de lo más enigmático y estaba reservado a eruditos y sabios que fueron tachados de brujos o magos. La popularización temprana del alambique exportó las virtudes de aquellos líquidos que encendían el alma y clarificaban la mente a las diferentes culturas que se iban asentando por Europa.

Un matrimonio bien avenido.- Una de las alusiones más vetustas acerca de la aplicación de la flora al mundo de los étilos proviene de la cultura árabe, si bien en la ciudad que renació de la mano de Abderramán I, Córdoba, la destilación del agua de rosas se encaminaba a la obtención de perfumes y no de bebidas.

La época oscura por excelencia, la Edad Media, tampoco quiso frenar los avances en cuanto a las técnicas para obtener licores, pero estos experimentos se llevaban a cabo a puerta cerrada en los monasterios donde religiosos tomaban el papel de químicos-sanadores fabricando esencias de efecto milagroso para la cura de las dolencias comunes. Estos remedios de orden empírico no destacaban precisamente por poseer un sabor agradable, así pues, flores, hierbas aromáticas y frutas comienzan a adquirir el protagonismo merecido.

El renovado aire renacentista sopló el polvo de los libros enterrados en los claustros eclesiásticos y transmitió al arte una nueva significación. Italia sería gran admiradora de los licores más audaces tales como el rosolí, fruto de la maceración de la miel y los pétalos de rosa. Por otra parte, los siglos XVII y XVIII serían testigos del animoso apego del país galo a reputados néctares.

 
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